La tecnología no detiene su avance y, tal como conocemos, ha afectado a muchos puestos de trabajo. En determinados casos, los ha eliminado.
Pensé una y otra vez si este era el mejor título para el artículo. Porque puede sonar inapropiado o, incluso, falto de prudencia ante la realidad que viven casi 6 millones de ecuatorianos que batallan permanentemente por conseguir un empleo. Espero que nadie haya dejado de leerlo a pesar del encabezado.
La realidad es que la tecnología no detiene su avance y, tal como conocemos, ha afectado a muchos puestos de trabajo. En determinados casos, ha eliminado aquellos cuyo contenido era muy transaccional y fácilmente podía ser automatizado; en otros, transformando su naturaleza al agregar componentes digitales que los llevaron a un nivel mucho más estratégico y menos operativo.
Si nos detenemos a analizar con objetividad el escenario actual, existen muchas tareas que son mejor ejecutadas por una máquina o un sistema de inteligencia artificial, ya sea por el riesgo que suponen, el extremado esfuerzo físico que demandan o la rutinaria repetición de actividades casi inertes, que se ejecutan una y otra vez sin dejar ningún aprendizaje en quienes las realizan.
Si este fenómeno es indetenible y cada vez se acelerará más, el enfoque debe ir entonces dirigido hacia la protección de las personas. ¿Y qué implica esto? En primer lugar, concientizarlos de la probabilidad de que sus puestos de trabajo sufran algún tipo de impacto real y de la necesidad de prepararse para hacer cosas distintas y de mayor valor agregado. No es una tarea sencilla, especialmente con aquellas posiciones más operativas, pero no queda otra alternativa.
Muchos actores juegan un rol fundamental en este escenario. Las empresas, no solo alertando a sus empleados, sino ayudándolos a descubrir sus capacidades y cómo las pueden reforzar con la capacitación correspondiente. Los gobiernos, poniendo a disposición fuentes de capacitación abiertas y de bajo costo para todo aquel que quiera prepararse ante este futuro incierto. Los sindicatos, dejando de discutir cosas del pasado y proyectarse al futuro: qué implica la automatización, qué tipo de labores serán más afectadas, el derecho de las personas a aprender, la necesidad de difundir los cambios que están sucediendo, etc. Y por supuesto, cada uno de nosotros, siendo lo suficientemente inteligentes para reconocer que lo que hemos venido haciendo por largo tiempo no durará mucho más y, por lo tanto, no debemos esperar a que nos digan “reinvéntate” cuando ya sea muy tarde.

EL AUTOR
Roberto Estrada Vallejo es máster en Dirección de Empresas por el IDE Business School e ingeniero comercial por la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Ha recibido entrenamiento especializado en el área de Recursos Humanos en Argentina, Brasil, Colombia, Chile, México, Perú, Venezuela y Estados Unidos. Actualmente es director y profesor del área académica de Dirección de Personas en el IDE Business School y socio de Consultoría en Deloitte, responsable a nivel nacional del área de Human Capital Advisory Services.