Las personas no somos individuos autónomos que solo nos limitamos a no causar daño a los demás. Esa forma de pensar conduce a un concepto de libertad que lleva a no respetar vínculos familiares, costumbres, tradiciones, etc.

En los últimos años, hemos visto el surgimiento de movimientos que impulsan ciertas ideas que van tomando fuerza y tratan de imponerse sobre otras corrientes de pensamiento. Una de las más llamativas es la cultura Woke.

Se originó en Estados Unidos en la década de 1930 e impulsaba a tomar conciencia sobre la injusticia del racismo. Más adelante, este movimiento incluyó las desigualdades sociales que se referían al género de las personas y su identidad sexual. También incluyó a los movimientos políticos de izquierda que defendían a estos grupos y a las mujeres.

“Quédate despierto” (Stay Woke) es un movimiento que ha ido tomando fuerza en muchos países, comenzando por Estados Unidos y pasando por Europa y Latinoamérica. Ha prendido con especial fuerza entre los jóvenes y, quizás con más intensidad, en aquellos que proceden de familias que gozan de un nivel socio económico medio y alto.

Sin duda, hay muchas injusticias en la sociedad actual, como también las ha habido en las generaciones pasadas. Los jóvenes son más proclives a detectar estas situaciones y tratar de mejorarlas. Es propio de la juventud encarnar con más emotividad e intensidad los ideales que promueven una sociedad mejor, pero también aparece el peligro de radicalizar ciertas posturas hasta llegar a la intolerancia con los que piensan de otra forma.

Como consecuencia de este movimiento, aparece la llamada “cultura de la cancelación”. Se cancela, se rechaza, se retira el apoyo moral, social y económico a aquellas personas u organizaciones que no están de acuerdo o no apoyan determinadas ideas que son consideradas como verdades incuestionables. Si una persona, por ejemplo, hizo una broma sobre el racismo o la identidad sexual de alguien, puede sufrir el rechazo en las redes sociales con consecuencias que pueden ser nefastas para el implicado.

Esta “cancelación” puede ir más lejos, hasta no permitir la libre discusión de un tema que se ha constituido como verdad inamovible en algún grupo social o político. Alguien que no esté de acuerdo con la ideología de género no puede participar en una conversación sobre el tema, se le invalida antes de comenzar y pierde legitimidad porque piensa distinto de los grupos que promueven estas ideas. En muchos lugares, decidir sobre la vida del no nacido se acepta como un derecho de la mujer y se ha legislado en contra de la vida.   

¿Se ha perdido el concepto de lo correcto o incorrecto, de lo que está bien o está mal? Todo es relativo y las ideas de lo políticamente correcto dependen de las imposiciones que unos grupos de presión logran instaurar en la sociedad. Muchos que no están de acuerdo permanecen en silencio por temor a que los “cancelen”.

Los derechos de las minorías deben defenderse porque todos somos iguales ante los principios morales, la ley y la autoridad. Pero pareciera que las minorías tratan de imponer sus criterios a la mayoría a través de un programa de comunicación y presión política muy bien organizado.

Quien tiene autoridad para gobernar e imponer el orden se ve muchas veces impotente por carecer de unos principios de actuación éticos. Se ven sobrepasados por las corrientes de opinión cambiantes de una sociedad que también carece de esos principios.

¿Esto puede afectar a las empresas? Seguramente pueden verse aquejadas por estos movimientos y sufrir la “cancelación”. Porque no basta con evitar entrar en la polémica o cuidarse de decir cosas que puedan afectar a las minorías: también se considera que no apoyan estos movimientos a aquellos que no manifiestan su posición favorable. Las empresas tendrán que analizar el modo de enfrentar estas situaciones.

Como reacción a este estado de cosas, surge una corriente de pensamiento en Estados Unidos que se autodenomina “posliberalismo”. Varios autores han comenzado a publicar un boletín desde noviembre de 2021: The Postliberal Order. Ellos critican al liberalismo porque propone un estado neutral en lo moral y en lo económico. En cambio, la izquierda usa el poder del estado para promover su cultura Woke.    

El profesor Patrick J. Deneen, profesor de filosofía política de la Universidad de Notre Dame, propone que el Estado no solo se limite a garantizar un máximo de libertad, sino que también debe crear las condiciones para lograr una vida plena de la sociedad. En particular: matrimonios estables, ambiente adecuado para la educación para los hijos, formar una comunidad religiosa, asegurar una herencia cultural.

Se trata de que el estado promueva el bien común, defendiendo los valores morales tradicionales, interviniendo con mayor frecuencia para orientar la economía. Para estos autores el estado de tamaño mínimo y el libre comercio no debería ser un dogma intocable. Las personas no somos individuos autónomos que solo nos limitamos a no causar daño a los demás. Esa forma de pensar conduce a un concepto de libertad que lleva a no respetar vínculos familiares, costumbres, tradiciones, etc.

El estado debería asumir su papel de búsqueda del bien común.

EL AUTOR

Jorge Monckeberg Bruner tiene el grado de MBA Magíster en Dirección de Empresas por el IDE Business School. Es ingeniero comercial con mención en Administración de Empresas y contador auditor por la Universidad Católica de Chile. Ha ocupado los cargos directivos en empresas chilenas como Forestal Diguillín y Mönckeberg y Cía. Auditores Consultores. Actualmente es director financiero y miembro del Consejo Directivo del IDE Business School y es profesor de Dirección Financiera y Antropología Aplicada a la Empresa en esta institución.