La transformación digital de la banca ha conseguido promover el micro financiamiento, los pagos digitales y la inserción financiera de mujeres, jóvenes y personas en situación de pobreza.
Los servicios financieros constituyen ejes fundamentales para el desarrollo económico y social de los países ya que contribuyen con la calidad de vida de las personas y, a su vez, con el crecimiento de las economías (Banco Mundial, 2022). En esta línea, la inclusión financiera se entiende como el acceso a servicios de pago, ahorro, financiamiento y seguros para empresas y personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad y fuera del sistema financiero formal (Banco Mundial, 2022). Su relevancia en el campo económico y social yace en su capacidad de reducir la pobreza y mejorar la distribución de ingresos entre la población (Burgess & Rohini, 2005), aspecto que transforma a la inclusión en un concepto multidimensional.
Dentro de este contexto, los sistemas bancarios juegan un rol central pues sus instituciones ofrecen productos y servicios que buscan adecuarse a las necesidades de las personas con el fin de aumentar su bienestar financiero. De tal forma, los bancos juegan un papel crucial al realizar esfuerzos para diseñar productos financieros de calidad que sean provistos de forma responsable y sostenible (García et al, 2013). Por ejemplo, la transformación digital de la banca, que se aceleró con la pandemia, ha conseguido promover el micro financiamiento, los pagos digitales y la inserción financiera de mujeres, jóvenes y personas en situación de pobreza (IDB & WEF, 2022).
A nivel mundial existen distintos estudios que analizan la evolución de la inclusión financiera. Uno de los trabajos más destacados es el Global Findex del Banco Mundial (GFD, 2017), el cual recoge los datos más relevantes relacionados al acceso, uso y profundización de los servicios financieros.
Entre sus principales resultados se destaca la comparación entre regiones respecto a la proporción de personas mayores a 15 años que poseen una cuenta en una institución financiera formal. Para el caso de América Latina dicha proporción alcanza apenas el 54 % en 2017, resultado que se encuentra 40 puntos porcentuales (p.p.) por debajo de América del Norte (94 %) y 27 p.p. con relación a Europa y Asia Central (81 %). Para Ecuador este porcentaje es menor al promedio latinoamericano pues alcanza el 51 % (Gráfico 1 en la versión descargable). Por otra parte, también se presenta un indicador de la proporción de personas pertenecientes al 40 % más pobre de la población que posee una cuenta financiera; este indicador representó el 42 % para América Latina y el 33 % para Ecuador. De este modo, se evidencia un retraso en la inclusión financiera de la región al reconocer que aún existe una alta proporción de personas que no accede al sistema financiero formal.
Los datos más recientes para analizar el caso ecuatoriano se obtienen del Índice de Inclusión Financiera de Credicorp[1], elaborado mediante una encuesta a países de la región por Ipsos (2021). El análisis relaciona las dimensiones de acceso, uso y calidad. La primera hace referencia a la posibilidad de acceder a productos o servicios financieros formales; el uso describe la profundidad o frecuencia en la que se utilizan estos y la calidad representa en qué medida estos productos o servicios satisfacen las necesidades de las personas (Credicorp, 2021).
Para este indicador Ecuador obtuvo una puntuación de 46,9 en 2021[2]. En la dimensión de acceso (infraestructura financiera, conocimiento y tenencia de productos) el puntaje fue de 43,3. Para la dimensión de uso (transacciones básicas, ingresos y ahorros) la puntuación llegó a 30,2. Por último, en la dimensión de calidad Ecuador recibió un puntaje de 67,2 (calidad percibida y la confianza en el sistema financiero). En todas estas dimensiones el país tiene puntuaciones superiores a las del resto de países, por lo que la puntuación se encuentra por encima del promedio regional que fue de 38,3 (Credicorp, 2021). Esto significa que el país muestra un avance en materia de inclusión debido al trabajo del sector financiero en incrementar la calidad de los productos y servicios que ofrece (Gráfico 2 en versión descargable).
En esta línea, la banca privada ecuatoriana con el fin de contribuir con la ampliación del acceso y uso de sus productos financieros cuenta con 40.225 puntos de atención (oficinas, ATM, corresponsales no bancarios y agentes auxiliares) en todo el territorio nacional, tanto en zonas urbanas como en rurales. En el Gráfico 3 (en versión descargable), se observa el número de puntos de atención de los bancos y de las cooperativas, las mismas que, para el mismo período, alcanzaron un total de 44.897 puntos.
Debido a la emergencia sanitaria ocasionada por el COVID-19, la banca incrementó sus esfuerzos para continuar ofreciendo sus servicios a las personas. Uno de los instrumentos para lograrlo fue el incremento significativo de los corresponsales no bancarios (CNB), lugares en donde los usuarios pueden realizar transacciones, pagos de servicios básicos, entre otros servicios, en pequeños y medianos comercios como en las tiendas o farmacias más cercanas.
Una tasa de interés que refleje las condiciones del mercado propiciaría un sistema financiero mucho más inclusivo que combata el financiamiento informal que afecta a los ecuatorianos con tasas de interés anuales superiores al 1200%.
De esta manera, Ecuador es el tercer país con la mayor cantidad de CNB por cada 100.000 habitantes en América Latina, sólo por debajo de Perú y Brasil (Gráfico 4 en versión descargable). A septiembre 2021, el país contó con 164 CNB por cada 100.000 ecuatorianos, es decir, 29.279 de estos puntos de atención.
De acuerdo con el Banco Mundial (2022), los países más avanzados en materia de inclusión financiera son aquellos que han conseguido crear un contexto regulatorio y normativo propicio, que permita la competencia de las instituciones bancarias, además de una innovación y ampliación de los productos y servicios financieros para toda la población. Esto debería estar acompañado de regulaciones y medidas de protección al cliente, con el fin de garantizar una oferta responsable de servicios (Banco Mundial, 2022).
Asimismo, el auge de la digitalización, en particular, el aumento del uso de los teléfonos móviles a nivel mundial ha permitido la transición hacia la tecnología financiera digital, lo que ha facilitado el acceso y uso de servicios financieros para las empresas más pequeñas y poblaciones vulnerables. No obstante, este aspecto sigue siendo un reto para las economías a nivel mundial, especialmente para la región (Banco Mundial, 2022).
La banca ecuatoriana sigue el camino de una mayor inclusión financiera que fomente el acceso al financiamiento formal de grupos tradicionalmente excluidos. Sin embargo, el contexto normativo presenta una serie de desafíos para lograr una inclusión financiera más justa, ya que hoy que se ve limitada por la elevada represión en las tasas de interés mediante controles excesivos que resultan nocivos para el desarrollo del sistema (Banco Mundial, 2020). Una tasa de interés que refleje las condiciones del mercado propiciaría un sistema financiero mucho más inclusivo que combata el financiamiento informal que afecta a familias y empresas ecuatorianas con tasas de interés anuales superiores al 1200% (Equifax, 2021).
De esta manera, la inclusión financiera no solamente facilita la vida cotidiana y ayuda a las familias y empresas a tomar decisiones que eleven su bienestar, sino que también contribuye al desarrollo socioeconómico de la población en general. A pesar de los esfuerzos realizados y los avances en esta materia, América Latina y Ecuador todavía se encuentran rezagados, por lo que es primordial reconocer el papel de las instituciones financieras, su digitalización, y los avances en la normativa y regulación que aún son necesarios. Así como el rol de la educación financiera, a la hora de fomentar políticas y programas que tengan como objetivo la inclusión y, por tanto, el bienestar económico y financiero de toda la población.
Referencias:
Banco Mundial. (2020). Interest Rate Repression Around the World. Obtenido de Open Knowledge repository: http://hdl.handle.net/10986/34672
Banco Mundial. (2022). Financial inclusion is a key enabler to reducing poverty and boosting prosperity. Obtenido de World Bank: https://www.worldbank.org/en/topic/financialinclusion/overview#1
Burgess, R., & Rohini, P. (2005). Can Rural Banks Reduce Poverty? Evidence from the India Social Banking Eperiment. American Economic Review, 780-795.
Credicorp. (2021). Índice de Inclusión Financiera de Credicorp. Obtenido de https://www.grupocredicorp.com/indice-inclusion-financiera/
Equifax. (2021). Impacto del mercado de financiamiento informal en Ecuador.
García, N. (2013). Financial Education in Latin America and the Caribbean: Rationale, Overview and Way Forward. OECD Working Papers on Finance, Insurance and Private Pensions(33). doi:https://doi.org/10.1787/5k41zq7hp6d0-en
IDB, & WEF. (2022). Accelerating Digital Payments in Latin America and the Caribbean. Obtenido de World Economic Forum: https://www.weforum.org/whitepapers/accelerating-digital-payments-in-latin-america-and-the-caribbean/
The Economist. (2020). Global Microscope 2020: The role of financial inclusion in the Covid-19 response. Obtenido de https://www.eiu.com/n/campaigns/global-microscope-2020/
World Bank. (2018). The Global Findex Database 2017. Obtenido de https://globalfindex.worldbank.org/
[1] Uso de la metodología “componentes principales no lineales” a una muestra de 7 países de América Latina (Perú, Colombia, Bolivia, Chile, Ecuador y México) con 1.200 encuestas a hogares por cada país.
[2] Una puntuación de 100 significa que existe mayor inclusión financiera.
LOS AUTORES
Nicolás Estrella es egresado de la carrera de Economía en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Actualmente es asistente económico en la Asociación de Bancos Privados del Ecuador.
Adriana Santillán es economista por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Actualmente es analista económico en la Asociación de Bancos Privados del Ecuador.