Uno de los desafíos es estructurar un marco legal, de tal manera que los incentivos adecuados motiven a las empresas y los consumidores a ser partícipes de la economía circular.
La realidad global y los requerimientos de los mercados están cambiando a pasos acelerados por los cambios de los consumidores en cuanto a sus demandas, motivaciones, hábitos, comportamientos e intereses: el establecimiento de enfoques de desarrollo diferentes, más sostenibles, en distintas partes de mundo; la transformación de la economía hacia la revolución 4.0; los evidentes efectos asociados al cambio climático, entre lo más importante. Esto se ha acelerado con la pandemia de la COVID-19 que ha sacudido al mundo, haciendo que todos nos replantemos nuestra forma de vida y su incidencia en el planeta.
En este contexto, la economía circular –EC– es determinante, pues ofrece un nuevo modelo económico que reemplaza al actual modelo lineal basado en el “hacer, usar, desechar”. La EC surge como:
Un sistema industrial, económico y productivo que analiza todas las fases de producción, monitorea las entradas y salidas de materiales y recursos, para que el producto o servicio, mantenga el valor máximo hasta el final de su vida útil, por lo cual, los materiales recuperados de los residuos se convierten en materia prima para el mismo u otros sistemas bajo indicadores de sostenibilidad (Córdova, Aguilar, Romero y Rodríguez, 2019)[1].
En términos sencillos, la economía circular permite concebir el sistema productivo como un ciclo que mira de la cuna a la cuna y que se asemeja a los ciclos de la naturaleza, donde todo está en armonía y se relaciona entre sí.
Por lo referido, los países de la región —y sobre todo las empresas— deben estar atentos y preparados para responder y adaptarse a los requerimientos de los mercados. Un ejemplo evidente de estos cambios es que en 2019 la Unión Europea estableció el Nuevo Pacto Verde, que se estima tendrá un costo aproximado de un trillón de dólares en el plazo de diez años, lo cual es la nueva estrategia de Europa para un crecimiento sostenible y para transformarla en el primer continente carbono-neutral al 2050[2]. Es más, Europa ha establecido el Nuevo Plan de Acción de Economía Circular para acelerar los cambios planteados en el pacto antes señalado. Esto implica que las empresas de la región deberán realizar cambios importantes en sus modelos de negocios y sistemas de producción, así como en sus mecanismos de comunicación, monitoreo y evaluación.
Para realizar un proceso de transición hacia la economía circular que genere efectos positivos para los actores sociales (Estado, empresa y sociedad civil) con mecanismos incluyentes y no excluyentes, se tienen varios desafíos que se dividen en dos niveles, a nivel macro y a nivel micro.
A nivel macro, los principales aspectos son:
- Generar un marco general de economía circular, que parte por establecer un marco conceptual y de alcance común, a partir del cual todos los actores sociales, en los diferentes países, identifiquen qué es y como contribuir a la EC.
- Establecer una estrategia país articulada, donde cada país y sus regiones cuenten con una estrategia de EC, que sea planteada de manera práctica, pero ambiciosa y que se acompañe con un plan de acción con objetivos y metas. Desde luego, siempre con un claro entendimiento de la realidad del territorio, del sector empresarial y la sociedad y, sobre todo, desarrollada desde el diálogo activo con los actores sociales y considerando las perspectivas y tendencias del mercado.
- Estructurar un marco legal y los incentivos adecuados, aspecto en el cual el Estado tiene un rol fundamental, pues a partir del marco legal y los incentivos se puede motivar a las empresas, los consumidores y la sociedad en general a ser partícipes activos en la transición a la EC.
- Definir los mecanismos de medición y evaluación que permitan a las empresas y el Estado conocer cómo se avanza en las metas planteadas y a generar procesos de mejora.
Por otra parte, a nivel micro, los desafíos son interesantes. Los principales son:
- Retar y repensar el modelo de negocios: en empresas nuevas poner en acción la creatividad para establecer modelos de negocios retadores que respondan a los desafíos del desarrollo sostenible, sean locales o globales; en tanto que, en las empresas ya existentes, se debería revisar y repensar los modelos de negocios para que sean más sostenibles y circulares.
- Transformar o adaptar los sistemas de producción hacia la circularidad, empezando por la forma cómo se diseña, planifica, implementa y mide. Una frase muy decidora de los cambios a alcanzar es que “los residuos son una falla de diseño”, lo cual implica que las soluciones no están solo al final del tubo: están sobre todo en el inicio. Adicionalmente, se deben establecer los mecanismos de medición sobre el grado de circularidad y gestionar información para garantizar procesos de trazabilidad (que son parte de las demandas del mercado).
- Articular clústeres empresariales diferentes que incorporen o transversalicen el enfoque de sostenibilidad y economía circular para que las empresas se potencien entre sí con una mirada al futuro.
- Incorporar la innovación, el desarrollo y la investigación como parte clave de la transición a la economía circular. Para el efecto, el trabajo en redes colaborativas es determinante para apalancar la inversión y el conocimiento necesarios. Aprovechar las tecnologías de información y desarrollar parques industriales y tecnológicos puede jugar un rol importante para desarrollar i+D+I.
Sin embargo, uno de los retos más importantes de las empresas será orientar la cultura organizacional hacia la sostenibilidad y economía circular, potenciando las capacidades de talento humano y conocimiento internos. Seguramente, las empresas desde hace varios años tienen prácticas asociadas a economía circular como procesos de producción más limpia, procesos de eficiencia energética, gestión eficiente de agua, promoción del consumo responsable, gestión integral de residuos, aprovechamiento de las TIC, establecimiento de i+D+I, etc. Es importante que todos esos avances se consoliden en un modelo de negocios que sea más circular y sostenible para generar valor a los distintos grupos de interés y que, a partir de las competencias propias de la empresa y de su cadena de valor, en especial de proveedores y consumidores, se articulen estrategias empresariales que hagan posible la transición hacia la EC. El reto está planteado: hoy es el momento de accionar las competencias de todos los actores sociales para un proceso real de transición hacia la economía circular que beneficie a todos.
[1] Córdova-Pizarro D., Aguilar-Barajas I., Romero D., and Rodriguez C. (2019) Circular Economy in the Electronic Products Sector: Material Flow Analysis and Economic Impact of Cellphone E-waste in Mexico. Journal Sustainability , 11(5), 1361; https://doi.org/10.3390/su11051361. [Fecha de acceso: septiembre 2019].
[2] Además, se debe prestar atención a la evolución del plantamiento de varias voces del partido demócrata de los Estados Unidos de América, que también han proponen la necesidad de un pacto verde.

LA AUTORA
Mónica Torresano Melo es MBA del IDE Business School, especialista en formulación y evaluación de proyectos, trainer acreditada por GRI de Holanda y asesora en género por PNUD. Ha realizado varias investigaciones en responsabilidad social, sostenibilidad y economía circular. Es consultora y asesora de importantes empresas nacionales e internacionales, así como de organismos internacionales. Actualmente es presidenta de SostenIR, empresa consultora en sostenibilidad.