¿Por qué aún muchas personas recurren a los usureros para un préstamo? ¿Realmente es más barato que un crédito formal? Quienes acuden a este mecanismo terminan pagando en intereses un monto mayor al capital que recibieron.

Hace un par de años conocí a Lucy. Ella vivía en un popular barrio de Guayaquil, era madre soltera y, aunque tres de sus hijos ya eran mayores de edad y trabajaban, ella todavía tenía alguien a quien cuidar: Luis, su hijo con una discapacidad física y mental, que parecía un niño pequeño, aunque tenía unos 30 años. Su sustento era hacer recorridos escolares y vender maquillaje por catálogo, pero no bastaba. Una pareja solía visitar su puerta en una moto cada cierto tiempo. Esa era su salida para completar las cuentas: el chulco.

Ya estamos acostumbrados a casos como este, a leer testimoniales en los medios, a ver páginas en redes sociales o panfletos en los postes de las calles: “préstamos fáciles y baratos”. ¿En realidad son préstamos baratos? Quienes piden dinero al chulco terminan pagando solo en intereses un monto incluso mayor al capital que recibieron como préstamo. Y no solo eso, además deben pagar a diario la deuda en la mayoría de los casos.

Una crónica de diario El Comercio relataba en marzo pasado la historia de una comerciante de 78 años, en Quito, que a diario vendía alrededor de 10 dólares en verduras, de los cuales debía destinar 3 dólares para pagar su deuda con un chulquero. Al chulquero también lo entrevistaron en la crónica. El hombre describía su negocio como “un servicio social”.

El estudio Impacto del mercado de financiamiento informal en Ecuador, realizado por el analista económico David Castellanos, en colaboración con el buró de crédito Equifax, pone en números historias como las de Lucy y la de aquella mujer de 78 años que vende verduras.

El estudio señala que el 53% de quienes han caído en manos del chulco en las principales ciudades del Ecuador son mujeres y también menciona que la tasa de interés promedio diario que cobran los chulqueros es 3,44%, lo que se traduce en un interés mensual de 103%, es decir, de 1238% al año en promedio. Cuatro de cada diez entrevistados dijo que usaba el dinero para comprar mercadería.

Por ejemplo, si un comerciante necesita 230 dólares para comprar mercadería a un plazo de 30 días, termina pagando 237 dólares en intereses. Al final, esta persona tuvo que pagar 467 dólares al chulquero.

Es urgente ir al fondo de un asunto y hay que hacerlo como cuando un aparato del hogar tiene un ruido raro que viene de adentro: algo no anda bien, pero no sabemos qué es. Entonces un técnico lo abre, lo revisa por dentro y encuentra que hay una pieza que está estropeando su funcionamiento.

Para el caso del acceso al crédito, una de las piezas que no está funcionando bien es la tasa de interés. Desde el año 2007, en Ecuador se implementaron techos o topes máximos a las tasas de interés que pueden cobrar las entidades del sector financiero formal, con la intención de ayudar a que más personas accedan a créditos formales con ‘tasas bajas’. Pero la realidad es que, en Ecuador, al igual que en otros países dónde se han aplicado controles como en Chile, Bolivia y Japón, esta fórmula ha generado que más personas se queden sin acceso a crédito formal.

¿Y qué tienen que ver estos controles de la tasa de interés en el sector formal con el chulco? Estas tres claves lo resumen de manera sencilla:

  • Los bancos deben incurrir en mayores costos para ofrecer crédito a los segmentos de la población que representan una mayor prima de riesgo (aquellas personas que representan más riesgo de caer en mora y no pagar la deuda). Cuando la tasa es impuesta por un gobierno, por decreto o tiene controles, esta no refleja el costo real de dar un crédito a estos segmentos y, por ende, los bancos no pueden ofrecer los préstamos a estas personas. Sencillamente, la tasa no cubre el riesgo que implica prestar ese dinero.
  • Debido a que el dinero que está en los bancos pertenece a los clientes (en eso consiste la intermediación financiera para la que existen los bancos), la mayor prioridad es cuidarlo; por ello estas entidades deben ser prudentes al otorgar los créditos para no poner en riesgo el dinero de sus depositantes. 
  • Dado que la población de mayor riesgo queda fuera del acceso a un crédito formal y debidamente regulado, entonces busca fuentes de financiamiento informales y peligrosas como la usura.

Bajar las tasas de interés por ley o por decreto sin tomar en cuenta estos aspectos no ayudará a fomentar el acceso al crédito para más personas que lo necesitan. Por el contrario, haría más complejo cubrir a aquellos sectores de más riesgo, como lo demuestran estadísticas internacionales que ubican al Ecuador entre los países con más bajos niveles de inclusión financiera en la región. Es como cuando decidimos abrir el aparato y tratar de arreglar la pieza por nuestra cuenta sin llamar al experto. El aparato termina peor que antes.

Resulta simplista pensar que bajando o controlando las tasas de interés, más personas tendrán crédito. Hay estudios nacionales e internacionales que abordan el problema y, en el caso de Ecuador, un reciente informe muestra que bajar las tasas de interés de los créditos ha generado que menos personas puedan recibir préstamos.

La Red de Instituciones Financieras de Desarrollo (RFD) presentó en agosto de 2021 el estudio Tasas de interés activas en el mercado crediticio ecuatoriano. El informe concluye que, aunque el monto de crédito ha crecido en el microcrédito, las operaciones han disminuido; es decir, se han entregado más recursos, pero en menos manos, lo que implica menos personas atendidas y, por ende, menos inclusión financiera.

Estos son los cinco hallazgos claves del documento:

  1. En 13 años, a medida que las tasas de interés de mercado se han ido reduciendo por efecto de la normativa en el microcrédito, el número de operaciones cae de manera continua. En ninguno de los períodos previos a la pandemia se alcanza los niveles del 2008.
  2. Se evidencia cada vez un menor número de operaciones de montos bajos; es decir, en el subsegmento de crédito minorista (menos de USD 1000) y un mayor número de operaciones de montos altos; es decir, en los subsegmentos de microcrédito de acumulación simple y ampliada (mayores a USD 1000).
  3. A pesar de la caída en el número de operaciones, las entidades han incrementado el volumen desembolsado de su cartera, principalmente en los subsegmentos de montos más altos en microcrédito, como el de acumulación ampliada y simple. Así, el subsegmento minorista casi tiende a desaparecer, con la consecuente afectación a los segmentos más bajos de la población que son los que buscan los créditos más pequeños.
  4. El monto promedio de microcrédito casi se ha cuadruplicado desde 2008. En ese año el crédito minorista tenía un monto promedio de USD 300 mientras que hoy supera los USD 1000. 
  5. El incremento de montos promedio de crédito ha hecho que los plazos promedios de pago también se extiendan para que los beneficiarios puedan cumplir con sus obligaciones a tiempo. Los microcréditos de acumulación ampliada pasaron de un promedio de 30 meses en 2015 a un promedio de 53 meses.

Según la RFD, esto muestra que una disminución de tasa de interés sin una metodología técnica detrás tiene efectos importantes en la profundización financiera y, en este caso, se evidencia una afectación a los segmentos más bajos de la población.

El país está a la espera de conocer la nueva metodología para fijar las tasas de interés del crédito. En este escenario es clave tener en cuenta la realidad completa y recordar que es fundamental el buen funcionamiento de esta pieza.

LA AUTORA

Evelyn Tapia Zurita es licenciada en periodismo internacional por la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES) y tiene una maestría en Prensa Escrita por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha escrito para los diarios El Universo, El Comercio y El Mercurio de Chile. Actualmente es especialista en Gestión de Contenidos en la Asociación de Bancos Privados del Ecuador (ASOBANCA).