En la nueva década, las posibilidades tecnológicas serán tan grandes que la humanidad no tendrá la capacidad de procesar todos los cambios en un reducido espacio de tiempo.
En 2019, Peter Diamandis advertía, basado en las proyecciones de futurólogos y en los propios avances exponenciales de la tecnología, que en la siguiente década la inteligencia humana iba a ser ampliamente superada por la inteligencia de las máquinas. Las posibilidades tecnológicas son tan grandes que la humanidad no tiene la capacidad de procesar todos los cambios en un reducido espacio de tiempo; sin embargo, la adopción de ciertas tendencias es clara. EV-VOLUMES afirma que entre 2015 y 2019 el número de vehículos eléctricos a batería vendidos en el mundo creció más de 5 veces, pasando de 324 500 a 1 686 200 unidades. Estamos viviendo una transformación dentro de una revolución. No solamente sabemos que los algoritmos de la inteligencia artificial son capaces de escoger, conectar datos, tomar decisiones y aprender, sino también que nos encontramos en medio de un contexto confuso y angustiante con la propagación del COVID-19 a nivel planetario.
Sí, es una transformación dentro de una revolución. Pronto tendremos al cerebro humano conectado a “la nube” para poder acceder a todos los datos, información, conocimiento y sabiduría. Es lo que hemos llamado Brain-Cloud Connection (BCC). Pero, además, también tendremos que superar todo tipo de efectos sociales, morales, económicos y emocionales ocasionados por una pandemia que no estaba pronosticada en ningún modelo de negocio y que seguramente tendrá una forma de actuar impredecible en los próximos meses y años, con una alta probabilidad de mutación permanente.
El COVID-19, sin duda alguna, ha traído sorpresas y ha develado cosas interesantes: primero, el liderazgo mundial definitivamente cambió de manos. La supremacía ya no está en el norte sino en el este y existen desequilibrios sociales en todos lados. Segundo, la política ha decepcionado y la ciencia nos ha impresionado. Por último, la corrupción invade los patios traseros de nuestras casas, pero también existen actos de bondad profundos. Las organizaciones deben fortalecer su cultura empresarial para asumir el nuevo paradigma: pasar de la uniformidad a la diversidad, de lo lineal a lo conectado, de la repetición a la experimentación, y de la experimentación a la innovación. Los inventos no son relevantes si no tienen la habilidad de adaptarse a los nuevos hábitos de las personas, generando confianza y valor compartido. Con la masificación de los robots, también está la llegada del pensamiento consciente.
La pandemia se convirtió en un driver crítico para entender la transcendencia de la conservación del medioambiente y la biodiversidad. Las tareas que puedan realizar las empresas deben contener sentido ético en una sociedad que busca bloquear la angustia con optimismo. Y dentro de este desequilibrio constante cabe preguntar: ¿los algoritmos de la inteligencia artificial van a poder simular emociones humanas? ¿Será posible que las máquinas puedan ser más éticas que las personas, respondiendo a un conjunto de instrucciones y aprendizaje automático?
La historia de Ali Parsa es interesante para poder entender el alcance de la tecnología 4.0 y su impacto en el comportamiento humano. Parsa creó Babylon Health, líder mundial en cuidados de la salud utilizando algoritmos de inteligencia artificial para atender de manera masiva a millones de personas que no tienen acceso a servicios médicos, aún contando con los medios económicos para hacerlo. Parsa aprovechó la inteligencia de las máquinas para encontrar una solución escalable para lograr bienestar en los seres humanos. No reemplazó a los médicos, suplió la escasez con una solución innovadora, posible gracias al avance tecnológico.
¿Podrá la solución de Babylon Health, en un futuro cercano, entender también las preocupaciones y sentimientos de las personas? Parecería que sí. El grado de adopción de estos avances científicos que conviven con nosotros dependerá de cómo las organizaciones visualizan el largo plazo. No solamente habrá que pelear para sobrevivir en el contexto actual, sino, adicionalmente, reimaginar lo que viene más adelante. No es fácil cumplir con las dos cosas. Por un lado, hay que pensar en conseguir lo pendiente: desde digitalizar los procesos, implementar una convergencia completa hacia lo virtual, mejorar la logística de entrega, entender el nuevo comportamiento de las personas. ¡Y hay que hacerlo bien y rápido! Y, por otro lado, tener la habilidad de maniobrar en un entorno acelerado, incorporando supuestos al diseño de la estrategia en las empresas.
No es lo uno después de lo otro. Es un esfuerzo paralelo que requiere tener claro el desafío: los problemas a resolver y las oportunidades que se deben aprovechar, acompañado de un liderazgo con nuevas competencias y actitudes, la inclusión de la creatividad e innovación como parte de la cultura organizacional y construir un mapa de actuación y ejecución de los proyectos necesarios para lograr el propósito. Es una apasionante época para acelerar, llenarse de valentía, entender para actuar, valorar lo bueno y pelear por lo justo. El activismo es válido, pero no suficiente. Se necesita transformar las organizaciones, conociendo que la nueva forma de vida va a estar llena de sobresaltos y desequilibrio constante.

EL AUTOR
Diego Ignacio Montenegro es Top Manager por Harvard University, PhD (c) en Economía y Empresa por la Universitat de Girona y posee varias maestrías en Alta Dirección de Empresas. Autor del libro “Emotionshare, no se lo cuentes a Michael”. Actualmente es gerente general de Universidad de Los Hemisferios y presidente de EmotionShare Corp.