Un énfasis renovado en el desarrollo rural es largamente tarea pendiente para Guayaqui.

La juventud y tamaño de la población de Guayaquil hace que impulsar la competitividad de sus actuales industrias y crear nuevos motores de su economía sea cada vez más urgente. La presión en un país con un gobierno central, que no logra generar caminos a la actividad privada, pasa su mayor factura a la sostenibilidad económica y social de la ciudad y requiere, por tanto, una agenda urgente desde el Municipio de Guayaquil.

Guayaquil es la ciudad que más produce y atrae a la juventud en edad de trabajar del Ecuador. Esto ofrece a la ciudad una ventaja potencial muy importante, siempre y cuando su economía logre crecer y generar empleos para esta fuerza de trabajo tan grande y joven, sea en la ciudad central o con la incorporación de parroquias rurales y rurales urbanizadas.

Lamentablemente, este no es el panorama actual. Desde el 2015 la crisis económica aumentó el desempleo y trabajo precario en Guayaquil y, con ello, más necesidades insatisfechas, mayor deterioro de la calidad de vida y crecimiento de la inseguridad. A marzo de 2015, el 37% de la población económicamente activa en Guayaquil tenía ingresos inferiores al salario mínimo (precariados, subempleados, mal empleados y desempleados). Solo dos años después, marzo de 2017, la cifra aumentó para encontrarnos con que un 53% de los guayaquileños trabajadores están en el precariado o desempleados.

Por ello, un énfasis renovado en el desarrollo rural es largamente tarea pendiente para Guayaquil, a fin de asegurar la competitividad de la ciudad, la generación de empleo, y la reducción de la inestabilidad e inseguridad social.

Un ejemplo claro de lo que se puede lograr está en el sector camaronero, que despierta admiración en el exterior por su fortaleza como enclave productivo. Pero no es esta la única oportunidad. Por ejemplo, en Asia cosas increíbles se están haciendo empresarialmente por la piscicultura. Por otro lado, lo natural y los súper alimentos son cada vez más relevantes para las nuevas generaciones. Traigo aquí lo que escribí en mi cuenta Linkedin al respecto:

“Toda esa admiración (que genera el enclave camaronero ecuatoriano) es resultado de una competitividad lograda a pulso. Mantener esa competitividad requiere de los empresarios ecuatorianos (y de un Gobierno responsable) que no se acomoden, no se cansen, no se engorden, ni se duerman. Los recursos y capacidades que hoy nos hacen mejores deben ser nutridos. Nuevas capacidades competitivas deben ser identificadas.”

Es evidente que el modelo de parroquias rurales urbanizadas tiene potencial como alternativa para el desarrollo de Guayaquil. La Municipalidad de Guayaquil ha venido realizando un trabajo fantástico, invirtiendo, como sabe hacerlo, en reorganizar y urbanizar los pueblos de las parroquias rurales —con alcantarillado, agua, electricidad, vialidad y espacios públicos y comunitarios—. Y, con ello, cada vez más gente regresa a vivir en estas comunidades. Sin embargo, sus actividades económicas —muchas de ellas precarias— siguen estando en Guayaquil.  Es fundamental comprender que la economía de Guayaquil debe estar amparada en el aprovechamiento de su potencial de producción agro-alimentaria y de los esfuerzos que hay que realizar para modernizarla.

La atención de un Gobierno para Guayaquil debe estar en promocionar la inversión en las más modernas tecnologías, en la productividad y en la incorporación de valor agregado de la producción agropecuaria, y en generar las capacidades para dominar los mercados, hacia la creación de una industria alimentaria moderna.

La falta de respuesta en este sentido, condiciona la inversión en servicios públicos y amenaza en simplemente cambiar la pobreza “en polvo” a una pobreza y pauperización cultural “sobre asfalto”. Por ello, tanto en la ciudad como en el campo, para progresar a pasos agigantados por encima de la triste realidad nacional, Guayaquil necesita solucionar los problemas de la producción, en términos de productividad y modernidad. El Gobierno de Guayaquil debe adoptar una política más comprensiva y completa para generar valor en el campo que impulse a la ciudad, y atractivos de trabajo en la ciudad que viabilicen la mecanización y productividad en el campo. El futuro de nuestros jóvenes trabajadores y sus familias depende de esta Agenda para el Desarrollo de Guayaquil.

EL AUTOR

José Abel Defina tiene los grados de PhD en Dirección de Empresas por IESE Business School de la Universidad de Navarra y MBA Master en Administración de Empresas por Harvard Business School. Es Abogado y Licenciado en Ciencias Sociales y Políticas por la Universidad Católica de Guayaquil. Es consultor de proyectos de inversión, tanto en empresas públicas como privadas.