La experiencia en la recaudación de fondos muestra que los donantes tienden a dar más dinero y durante más tiempo a proyectos específicos cuanto más los conocen.

“Un banco global tiene que ser una red de abajo arriba, ágil y de trato cercano, que facilite dinero a los emprendedores cuando más lo necesitan”. Así lo expresa Julie Hanna, presidenta ejecutiva de Kiva, la mayor plataforma de crowdlending del mundo tras haber gestionado préstamos entre particulares por valor de 1.200 millones de dólares desde su fundación en 2005. La web de Kiva está llena de historias de éxito de personas que consiguieron los fondos que necesitaban para poner en marcha sus negocios gracias al crowdfunding o financiación colectiva. Es el caso de la zimbabuense Lindiwe, que vende su zumo casero Lee Juice en su propia tienda. O Víctor, un inmigrante mexicano en Estados Unidos que logró abrir una cafetería pese a que la banca tradicional le negó un préstamo por carecer de puntuación crediticia e ingresos estables.

La financiación colectiva es uno de los segmentos de mayor crecimiento del sector. Emprendedores de todo el mundo están descubriendo que las plataformas de crowdfunding no solo ofrecen una alternativa de financiación rápida sin comisiones iniciales ni intermediarios, sino que también dan una gran publicidad, lo que les permite acceder más fácilmente a los inversores, presentarles una idea y comprobar su reacción.

Este fenómeno podría ser un problema para los bancos, sobre todo a largo plazo. Incluso algunas entidades tradicionales se están preguntando si deberían hacer lo mismo antes de perder más clientes hacia lo que perciben como redes de prestamistas más ágiles, personalizadas y eficientes que, además, han sabido aprovechar con rapidez las ventajas de la tecnología y la penetración de los smartphones.

Este artículo, basado en la investigación del IESE acerca de esta área emergente, subraya las fortalezas y debilidades de las distintas opciones disponibles en el mercado. Aunque estas alternativas de financiación no son en absoluto perfectas, tienen varios puntos fuertes que la banca tradicional debería tener presentes en su empeño por recuperar la confianza del consumidor y competir con una nueva generación de actores tecnológicos.

De un comienzo modesto a un vasto mercado

El crowdfunding es un modo alternativo de recaudar dinero para financiar un proyecto o negocio basado en aportaciones a través de una plataforma de Internet. Por lo general, las cantidades son relativamente pequeñas y provienen de un amplio número de personas. En apenas quince años, esta alternativa ha pasado de estar en los márgenes del universo financiero a reconfigurar radicalmente el acceso a la financiación. Se ha convertido, pues, en una disrupción en un sector con cientos de años de antigüedad.

Bajo el paraguas del crowdfunding encontramos una gran variedad de modelos de negocio, pero todos tienen estos protagonistas en común: alguien que pone en marcha un proyecto (emprendedor) y necesita dinero; personas que contribuyen (donantes o inversores) y están interesados en el proyecto, causa o empresa, y una organización moderadora que proporciona información sobre las distintas iniciativas y oportunidades de financiación disponibles, además de poner en contacto a las partes.

Existen varias categorías de crowdfunding en función del modelo de negocio, los mecanismos operativos y los grupos a los que se dirige. En este artículo me centro en los cuatro tipos definidos por la European Crowdfunding Network de la Comisión Europea.

1 CROWDFUNDING DE DONACIONES

Lo utilizan sobre todo los proyectos benéficos. No procura rentabilidad económica a los donantes, sino que el valor para ellos reside en saber que apoyan financieramente una buena causa, como pagar los gastos médicos de personas necesitadas.

La experiencia en la recaudación de fondos muestra que los donantes tienden a dar más dinero y durante más tiempo a proyectos específicos cuanto más los conocen. Así, las plataformas de crowdfunding suelen contar muchas historias personales, ilustradas con fotos o vídeos, para que los donantes sientan y mantengan vínculos emocionales más estrechos con las causas que exponen. También hacen un buen uso de las redes sociales, puesto que una parte significativa de la financiación suele proceder de la familia, amigos y contactos personales del recaudador. De hecho, la prevalencia de las redes sociales en la vida cotidiana es uno de los factores que han favorecido el despegue de este tipo de crowdfunding, ya que la gente prefiere dar dinero directamente a quienes conocen y merecen su confianza, por lo que el elemento prosocial está presente.

Como ejemplos tenemos las plataformas GiveForward, FirstGiving y la más grande, GoFundMe, que ayuda a los usuarios a montar su propia campaña de recaudación de fondos, compartirla en las redes sociales y gestionar las donaciones que reciben. En la mayoría de los países, el uso de la plataforma es gratuito y, si no se reciben donaciones, no se cobra nada. La empresa gana dinero con una comisión de unos 25 céntimos de dólar por donación, de la que también se deduce un porcentaje en concepto de gastos de gestión.

Dada su naturaleza benéfica, las plataformas de donaciones son menos relevantes para las empresas, aunque algunas, como Indiegogo, ofrecen una combinación de crowdfunding comercial y social.

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EL AUTOR

Christian Eufinger es profesor del departamento de Dirección financiera en el IESE. Imparte clases de banca, finanzas corporativas, valoración y finanzas operacionales. Es licenciado en Administración de empresas e Ingeniería por la Universidad Técnica de Darmstadt, además de máster y doctor en Finanzas por la Universidad Goethe de Fráncfort