El Banco Central del Ecuador estableció una desaceleración económica en el 2018 y para el 2019 el escenario no tiene muchas mejoras.
Empezamos un nuevo año buscando volvernos más atractivos para los mercados externos, solucionando problemas internos de déficit fiscal y, de fondo, tratar de mantener una economía estable, en crecimiento y que mantenga un nivel de liquidez aceptable que permita a la población tener tranquilidad y buenas expectativas futuras sobre el desenvolvimiento de la misma.
El problema de fondo surge cuando el déficit fiscal sigue siendo el fantasma detrás de la economía y eso provoca que el Gobierno deba reducirlo de cualquier manera. Para esto hay dos caminos simples: bajar los gastos corrientes o subir los ingresos. La primera opción implicaría tener que reducir la burocracia, lo cual provocaría un incremento en el desempleo, medida que no conviene ni electoralmente ni económicamente, debido a que la empresa privada, después de casi tres años de no crecer, no puede ingresar más costos a sus operaciones; en cambio, la segunda parece ser la decisión por la que ha optado el Ejecutivo, debido a las decisiones de recortar subsidios y anuncios de nuevos recortes en este tipo de rubros. Lo que preocupa es que estos recortes no entrarán directamente al Estado sino que una parte se redistribuirá a otros sectores, los cuales no necesariamente generan un impacto masivo en la economía.
La eliminación de estos subsidios se siente claramente como un golpe a la clase media y, si a esto no le sumamos otras medidas que ayuden a mejorar la calidad de vida de esta parte de la sociedad, el efecto inmediato que se obtendrá es encarecer la vida de millones de personas.
El Banco Central del Ecuador estableció una desaceleración económica en el 2018 y para el 2019 el escenario no tiene muchas mejoras. Por tanto, la interpretación de este recorte de gasto no es lo único que necesita el país para salir de su situación económica en declive. La realidad nacional indica claramente una necesidad de ingresar fondos a la economía, dado que los recortes lo que harán es reducir el déficit (lo cual es bueno) pero no solucionará la iliquidez que se empieza a generar. Por ello, este recorte deberá venir acompañado de un proceso de inyección de capital, el mismo que debería ser vía inversión extranjera y no más deuda, ya que eso incrementará el gasto corriente (porción financiera) de los años venideros.
Un tema que es preocupante para la sociedad en general es que la carga tributaria que se genera por el recorte de los subsidios, se duplica con otros impuestos que se mantienen. Su “motivo” era un sistema de compensaciones generales o, al menos, así se lo interpretaba en la sociedad; por ejemplo, solo por mencionar un par: el impuesto “verde” y el impuesto a los consumos especiales sobre los vehículos terminan llevando en el tiempo el valor de un auto a dos y hasta tres veces el valor comercial del mismo en su país de origen. La interpretación de estos impuestos se entendía como un pago que compense la carga de subsidios que se manejan y un cuidado a la naturaleza sobre la edad y cilindraje de los carros, pero que hoy se han transformado en un valor excesivo a pagar, que deja nuevamente ver una planificación incompleta y peligrosa: peligrosa, porque se busca cubrir el déficit a través de recaudación fiscal en una economía en desaceleración y que necesita liquidez para que las empresas puedan dinamizarse. Pero para que se dinamicen necesitan mayor índice de consumo y si a los consumidores les subimos su porción de gasto en impuestos, entonces, ¿cómo van a poder consumir más?
En un tema amplio macroeconómico, el país necesita crear facilidades e incentivos para atraer inversión extranjera. Es fundamental que las empresas, que actualmente se encuentran trabajando localmente, puedan ampliar sus operaciones, en búsqueda de nuevos mercados, a través de inversiones en eficiencia y productividad para competir en el largo plazo. Estos incentivos pueden generarse si se da una reforma tributaria que suavice la carga tributaria y permita invertir en eficiencia y gastar menos en impuestos.
Una vez que las empresas empiecen a trabajar en eficiencia y productividad, se necesita comenzar a explotar las opciones que le ofrecen los mercados internacionales; por ello junto al gobierno se debe analizar el proceso de adhesión, tratados o alianzas como la Alianza del Pacífico, Estados Unidos, como el de Europa que está en funcionamiento, etc. Lo que se debe aclarar es que cuando hay libertad comercial se pueden considerar mayores inversiones y, como consecuencia de ello, una recuperación económica que se traduce en más trabajo, más dinamismo, mayor crecimiento, mayor liquidez, etc.
Ahora es muy importante entender el porqué de la crisis que se vive. Después de una bonanza económica de 10 años, con más de 300.000 millones de dólares, el efecto claro de un despilfarro es tener que generar deuda para poder mantener el nivel de gasto, es decir que, pese a los ingresos récord, se endeudó al país en más del 40% permitido. Obviamente los niveles de ingresos nunca serían suficientes con los índices de corrupción que se tenían, con lo cual se estima que una gran porción nunca llegó al flujo de inversión o gasto corriente, sino que se destinó en cubrir una red de corrupción extremadamente alta.
Hoy el Ecuador debe pagar el “chuchaqui” de la gran “fiesta de 10 años” que vivimos. Pero lo realmente preocupante no es tener que pagar eso, sino que seguimos en un estado de letargo en donde las políticas generadas en este gobierno siguen inquietando más que el hecho de buscar a todos los corruptos y recuperar los miles de millones robados.
El escenario de políticas estatales debe ser completo, no solo con decisiones parciales como las de los subsidios, sino enfrentar la realidad cruda del país, llegar a un punto inevitable que es refinanciar la deuda externa con el FMI, reducir el tamaño del Estado, generar estímulos al sector privado y, sobre todo, no dejar en la impunidad a todo el sistema de corrupción que nos aqueja.

EL AUTOR
Juan Pablo Jaramillo Albuja tiene el grado de Master en Dirección de Empresas MBA por el IDE Business School y es Economista por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Actualmente es Gerente General de Agrovolcanes Cía. Ltda., Gerente Comercial de Polypapeles Cía. Ltda., miembro del Directorio de varias compañías y profesor de Entorno Económico del IDE Business School. Ha sido Gerente General de Megaprofer S.A., Gerente Comercial de Industrias Ales C.A., entre otras.