El desarrollo de un país no se da solamente por la creación de empresas: se da por el nivel de cohesión social, de participación y apoyo que existe desde y entre los diferentes actores de la sociedad: sector público, privado y organizaciones de la sociedad civil.
Desde hace varios años se promueve que, para que las empresas puedan desarrollarse y seguir adelante, es indispensable que su entorno también lo haga. Para esto, todo el accionar de la misma debe volcarse a trabajar por un desarrollo colectivo, tomando en cuenta a sus colaboradores, el medio ambiente y la comunidad; generando rentabilidad con valor social. A esto, Michael Porter, profesor de la Universidad de Harvard, lo define como Valor Compartido.
Según Porter (2013), el valor compartido se refiere a “las políticas y las prácticas operacionales que mejoran la competitividad de una empresa, a la vez que ayudan a mejorar las condiciones económicas, sociales y ambientales en las comunidades donde opera. Se enfoca en identificar y expandir las conexiones entre los progresos económico y social”.
En el año 2015, Ecuador, junto con la mayoría de países miembros de Naciones Unidas, suscribió la Agenda 2030, que enmarca los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, con sus metas específicas, los cuales buscan solucionar los principales problemas sociales. En este sentido, éstos se convierten en la hoja de ruta para todos; en base a ellos se deben definir todas las políticas, acuerdos y proyectos, desde todos los ámbitos de acción.
No es necesario ser una gran empresa para implementar acciones de valor compartido: cualquiera lo puede hacer. Lo importante es tener políticas claras en temas cruciales como apoyo al crecimiento profesional y de formación de sus colaboradores; cuidar que la gestión realizada no afecte al medio ambiente, tanto la propia como la de sus proveedores; cumplir cabalmente con la legislación ecuatoriana; apoyar al desarrollo de su entorno, contratando gente del sector o apoyándoles en temas puntuales; gestionar y apoyar proyectos del sector público y ONGs.
Es importante aceptar que esto representa un verdadero reto para todos, que se necesita cambiar la visión y forma de lo que se hace. Pero es indispensable esta innovación. Una innovación que va más allá de la filantropía porque trata de generar desarrollo colectivo y sostenible, empresas responsables y exitosas, consumidores satisfechos, países comprometidos. En definitiva, ¡es un ganar-ganar!

LA AUTORA
Gisela Montalvo Chedraui es Master en Administración de Empresas y Licenciada en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales por la Universidad Camilo José Cela de España.